jueves, 11 de agosto de 2016

Así en la tierra, de Davide Enia

"Y aquí estoy
al máximo de mi belleza 
aún en pie
con las manos manchadas de sangre"

"Hay dos en el ring.
Uno pesa cincuenta y siete quilogramos, mide un metro sesenta y cinco, tiene veintiseis años.
El otro no se sabe cuanto pesa, no importa cuánto mide, ya crecerá, no le han vendado las manos, se pone los guantes, salta sobre el ring.
Tiene nueve años"

"La abuela dice que saber entrar en una historia es una obra de arte, saber salir, una obra maestra" 






Palermo. Capital de Sicilia. Cuna de la Mafia.Una isla apartada de la península con forma de bota por aguas mediterráneas. Vivir en Palermo implica saber nada como un hombre, vivir en Palermo significa saber pelear como un hombre. La carga de testosterona es alta. El protagonista, Davidú, de nueve años, sube al ring por primera vez cuando las hormonas aún no han hecho irrupción en su carácter. Huérfano de padre, se fija en su tío, Umbertino, un "hombre" viril que le va dando lecciones de vida a la vez que ocupa el lugar paterno, un exboxeador que entrena a jóvenes y que conoció glorias y derrotas en su pasado como pugilista. Un coming-of-age violento, masculino, que desprende sangre, sudor y lágrimas. Golpes en el costado, caras desfiguradas por el impacto de los guantes del adversario y, sin embargo, la prosa deriva en el opuesto: la ternura, la inocencia intrísenca de un niño y de cómo se va resquebrajando a fuerza de combates, a fuerza de dolor físico aunque también moral. Davidù conocerá los primeros aguijones del primer amor, del que se abraza a tientas por el camino de la inexperiencia.
No es la única línea argumental. Davidù vive con sus abuelos, con el abuelo Rosario y la abuela Prudenzia, el primero un prisionero superviviente de la Guerra Colonial en África, la segunda, una profesora que enseña a Davidù lecciones de vida en formas de fábula y declinaciones latinas. Un abuelo que, gracias a su tenacidad sobrevivió para disfrutar del calor de su vejez cuidando un pequeño huerto que mima con el cariño que se le dedica a los bienes más preciados.

Davidù y sus amigos de infancia pasarán por loa avatares de la vida, por las decepciones, por las formas más profundas de amistad. Davidù quiere ser un hombre, quiere ser grande, quiere ser el campeón de Italia y para ello se entrega en cuerpo y alma.

Lo más llamativo del libro es su carácter voluble, bien equilibrado entre la acción sobre el ring, el casi adoctrinamiento del "instinto asesino enseñado al macho" del que hablaba Oriana Fallacci y la inocencia de la infancia, el golpe bajo la mandíbula que supone el paso brusco a la adolescencia y a la madurez precoz. El autor ofrece dos ejemplos opuestos de este paso, el de Davidù, convertido en un joven fuerte y resoluto y el de su mejor amigo Gerrusso, que crece de repente tras una llamada de teléfono.

El escenario es una Palermo sucia, un lugar casi inhóspito al que hay que adaptarse. La novela abarca varias generaciones, empezando por el abuelo, siguiendo por el relato del que fue el padre de Davidù, un excelente boxeador a quien la providencia arrebató la vida y las experiencias del propio Davidù. Episodios violentos, sórdidos en la descripción de la vida en la isla a lo que también se contrapone el autor haciendo uso del humor. Davidù irá creciendo a golpes de puño y de vida, primeros amores, traiciones, mentiras y arrepentimiento en el aprendizaje hacia ser un "hombre".

jueves, 4 de agosto de 2016

La fiesta de la insignificancia, de Milan Kundera

"El silencio llama la atención. Puede impresionar. Te hace enigmático. O te vuelve sospechoso. Y es precisamente lo que Quaquelique quiere evitar. Como durante la fiesta de la que te hablo. Había una mujer muy bella que fascinaba a D’Ardelo. Ocasionalmente Quaquelique se dirigía a ella diciéndole cosas del todo banales, sin interés, vacías, pero a la vez agradables, que no exigían una respuesta inteligente, ninguna vivacidad. Después de un rato, me doy cuenta de que Quaquelique ya no está en la fiesta. Intrigado, observo a la mujer, D’Ardelo acababa de pronunciar una de sus bromas, el silencio de cinco segundos, luego su risa y, después de tres segundos más, los otros lo imitaron. En este momento, disimulada tras la cortina de risa, la mujer se alejó hacia la salida. D’Ardelo, halagado por el eco que su broma suscitó, continúa sus exhibiciones verbales. Un poco más tarde se da cuenta de que la mujer ya se ha ido. Y, porque no sabe nada de la existencia de un Quaquelique, no se explica el motivo. No entendió, y aún hoy no tiene la menor idea del valor de la insignificancia. Y esa es mi respuesta a tu pregunta sobre el tipo de tonto que es D’Ardelo."
No. No es el mejor Kundera, no es el Kundera colosal de "La insoportable levedad del ser" No es ni tan siquiera un buen libro. La crítica especializada no ha tenido piedad con el esperado regreso del escritor checo, el lector habitual de Kundera, sin embargo, sí parece haber encontrado los latidos, esta vez más pausados, más apagados pero muy presentes en esta última obra. Y nos hemos acoplado a su ritmo.
En un collage de personajes y de símbolos Kundera diserta sobre la insignificancia de la vida, eso sí, con su habitual humor, con un desencanto pesimista e irónico que parece ser la única actitud con la que podemos hacer frente al sinsentido de la existencia.
Es imposible hacer un resumen completo del libro, solo se pueden dar ciertas pautas que guíen al lector que quiera aventurarse porque el libro, pese a su brevedad, está plagado de ideas. El símbolo predominante y más reiterado en la obra es el ombligo, parte insignificante de la anatomía que no define a ningún ser humano pero que se convierte en el punto de erotismo de uno de los personajes, hay una historia detrás. Un hombre que descubre que está en excelente estado de salud cuenta a sus amigos más cercanos que las pruebas han desvelado una enfermedad incurable para así significar algo y singularizarse, hacerse único. La historia alguien que quiere morir y acaba matando.
Entre las reflexiones principales Kundera recurre a la alegoría y revive o inventa relatos o situaciones entre los que destacan el episodio de la caza de perdices de Stalin, clara referencia al regimen totalitarista que el autor sufrió, contada en clave de humor y la teoría de los "excusards", término inventado para definir a quien se autoinculpa incluso de lo más banal. Completa alegóricas con un cruce de opiniones procedentes de Hegel y Schopenhauer, contraponiéndolos para tomar con humor la insignificancia.
"La insignificancia, amigo, es la esencia de la propia existencia" No. No es el mejor libro de Kundera, nadie lo afirmaría pero el lector habitual se percatará de que encaja perfectamente en el conjunto de su obra, quizás con menos brillo, pero con su propio latido.