lunes, 28 de enero de 2013

La senda del perdedor, de Charles Bukowski

Finalicé mi periodo de relecturas de 2012 con La senda del perdedor, de Charles Bukowski, que leí hace años justo después de terminar Factotum, del mismo autor, con impresiones similares, quizás menos impresionado que en la época de la primera lectura pero casi con el mismo sabor de boca.

"El problema era tener que seguir eligiendo entre un mal y otro y daba igual lo que eligieras te iban cercenando a pedazos hasta que no quedaba ya nada. A los 25 todo el mundo estaba acabado. Una jodida nación entera de gilipollas conduciendo coches, comiendo, teniendo bebés, haciéndolo todo del peor modo posible como votar por el candidato presidencial que más les recuerda a ellos mismos"

Irreverente, directo y sin ningún tipo de interés por embellecer la prosa, Charles Bukowski nos presenta a Hank Chinaski, personaje recurrente en sus novelas y álter ego del autor con el que alcanza cotas de similitud evidentes. Bukowski y su obra se consideran por muchos máximo exponente del Realismo Sucio, no encontraremos metáforas ni proezas artísticas y la narrativa se verá reducida a la más pura expresión minimalista.

La novela narra la vida de Hank Chinaski y su paso a la edad adulta a través de una pubertad conflictiva. Nacido en Alemania, se instala con sus padres en California en un barrio pobre y desarrolla, inicialmente, un interés por los deportes frustrado por las exigencias de su padre, que lo obliga a realizar trabajos caseros imponiendo una moralidad y disciplina de la cual él mismono sirve como ejemplo representativo: el señor Chinaski pierde su trabajo y finge que aún lo conserva abandonando el hogar todos los días por la mañana y volviendo por la noche para evitar el qué dirán además de pagar sus frustraciones con su hijo dándole palizas injustificadas e interponiéndose en sus planes. Pronto Hank Chinaski desarrollará una personalidad conflictiva, sarcástica y nihilista y se sentirá alienado por lo que acontece a su alrededor. Será un joven problemático que tratará de imponerse usando los puños y la violencia física tanto en los deportes como con compañeros de colegio e instituto, nunca confiando plenamente en sus capacidades y con un obsesivo interés por el sexo y el alcohol. Es fácil deducir que el libro destila una omnipresente dosis de testosterona casi de principio a fin que lleva a los protagonistas a participar en algunos episodios de una sordidez extrema, escenas que no se olvidarán jamás y que hacen con que muchos reduzcan el contenido y mensaje del libro a un par de anécdotas que, en el conjunto de la obra, no tienen mayor trascendencia. El carácter inadaptado de Chinaski se ve más pronunciado cuando un terrible ataque de acné le deja "la cara deformada", provocando que se sienta en inferioridad de condiciones con respecto a los jóvenes ricos y más agraciados en su relación con el sexo opuesto.

Es muy intresante como Chinaski se va cruzando con personajes, profesores, alumnos, compañeros de trabajo e incluso una enfermera y como su mente analítica conforma un retrato sobre ellos, la mayor parte de las veces negativo, salvo en una ocasión que supone, quizás, el único momento emotivo de todo el libro.

Veremos también cómo Chinaski se inicia como escritor y nos ofrece su visión sobre algunos autores americanos. Debido, en parte, a su exclusión social y a sus esfuerzos por forjarse como "un chico duro" empezará a descubrir los libros de Sherwood Anderson, D.H. Lawrence y James Thurber, a los que admirará por su estilo directo y prosa sin tapujos y que contrapondrá a escritores como Thomas Wolfe , que deshechará y atacará por su prosa más lírica y elaborada.

El contexto histórico-social también queda bien representado. Estamos en la época de la Gran Depresión y el libro culmina con el ataque japonés a la base de Pearl Harbor. Como vemos en la cita que inicia la reseña, hay una fuerte crítica social a los valores que se atribuye a la sociedad americana y a la doble moral.

Me temo que estamos ante una novela difícil de recomendar, no es apta para todos los públicos aunque , a pesar de todo, me gustaría hacerlo, recomendarla sin tapujos, proponer, quizás, a los más sensibles, que obvien los episodios más sórdidos y escabrosos y se centren en lo que el autor cuenta y denuncia aunque sin saber muy bien por qué. A veces hay que tomar las cosas como son y no intentar cambiarlas para poder afrontarlas y este podría ser un caso. Es realismo sucio y Bukowski, a través de este movimiento, logra transmitir un mensaje y lo consigue a la perfección.

lunes, 21 de enero de 2013

Ruido de fondo, de Don deLillo

Nunca he entendido, y menos compartido, la mala costumbre de cambiar los títulos de los libros a la hora de traducirlos al castellano. Ruido de fondo, como título, se ve desprovisto del significado que Don de Lillo le concede en su versión original, White noise, Ruido blanco, que además aparece en la trama perfectamente explicada en ambas versiones.

"Atila no tuvo debilidad de espiritu. No tuvo el sentido de la ironía de la existencia humana, que somos la forma de vida más alta en la tierra pero, sin embargo, estamos indescriptiblemente tristes porque sabemos que vamos a morir"

A todos nos asaltan los miedos, una angustia que oprime el pecho, que produce sudores fríos, un sentimiento de impotencia ante una adversidad desconocida que amenaza con dañarnos, con hacer tambalearnos y perder la estabilidad, hacernos caer para quizás nunca más poder levantarnos. Miedos pasajeros, miedos ocultos en el alma que resurgen ante algún estímulo, miedos irracionales, transmitidos de generación en generación, infundidos. Sin embargo, la forma suprema del miedo que engloba estas características, a la que se añade la total impotencia de hacerle frente es, sin duda, el miedo a la muerte. Muchos y variados son los remedios a los que se acomete gran parte de la sociedad para retrasar el último instante de vida aunque sepamos que es ineludible. Algunos doman el miedo a la muerte con más destreza que otros que se dejan consumir por él abocados a un estado de desesperación en el que las respuestas portadoras de consuelo no bastan y cualquier remedio contra el terror que produce la idea del final de nuestros días es acogido sin condiciones y nos dispone además a entregar mucho más de lo que habríamos deseado.

Y si no podemos luchar contra la muerte, ¿podemos luchar contra el miedo a esta? Don deLillo nos adentra en una trama en la que asistimos a la vida de una familia norteamericana, los Gladney- Jack, Babette y sus hijos, algunos nacidos en matrimonios anteriores de ambos  Jack y Babette, ya en la madurez, parecen haber encontrado la estabilidad y el equilibrio. Jack da clases en la universidad, lugar donde comparte divagaciones filosóficas con Murray, un excéntrico amigo con opiniones subversivas que nos inducirán a pensar sobre la existencia humana y Babette, cuyo único problema aparente es su ligero exceso de peso y que pasa parte de su tiempo libre leyendo revistas sensacionalistas a invidentes como bien social.
Babette comienza a comportarse de un modo poco habitual, sus lapsus de memoria son cada vez más frecuentes lo que alerta su esposo, que descubrirá que Babette toma unas misteriosas píldoras llamadas Dylar. Pronto Jack establecerá una relación entre estas píldoras y el extraño comportamiento de su mujer que lo llevarán a descubrir que el medicamento es un innovador experimento que desactiva el miedo a la muerte producido en una zona particular del cerebro . El descubrimiento y posterior investigación de Jack romperán todos sus esquemas  en pedazos y tendrá que hacer frente a una realidad inesperada: lo que ha dado Babette a cambio de la desactivación artificial de sus temores.

Un matrimonio con un miedo atroz a la muerte que se cuestiona si uno prefiere la muerte del otro antes que la suya propia para evitar el sufrimiento de la pérdida como línea temática complementaria a una paralela que trata sobre un derrame que produce una nube tóxica a la que Jack es expuesto, implantando así una potencial cuenta atrás en su organismo, hecho que provoca este tome las riendas y se decida a investigar qué hay detrás de Dylar y qué puede explicar muchas de las cuestiones trascendentales que nos planteamos.

A grandes rasgos, estas son las líneas temáticas de un libro repleto de reflexiones del resto de personajes secundarios. Murray teorizará sobre qué ha hecho la sociedad hasta nuestros días para esquivar la muerte,  Heinrich, hijo mayor de Jack, dotado de una gran inteligencia teorizará sobre el libre albedrío, la enajenación mental y sobre cómo quizás no somos dueños de nuestro pensamiento y su amigo Orest, un joven temerario que entrena para sumergirse en un tanque lleno de serpientes venenosas sacará a Jack de sus casillas por no comprender cómo el miedo no se hace presa de él.

El libro contiene puntualmente cierto tono satírico que versa sobre la sociedad de consumo, la televisión, el exceso de información en los medios y la religión, episodio en el que la sátira llega a sus cotas más altas cuando Jack intenta comprender la trascendencia a través de una monja atea.

Encontraréis opiniones mixtas sobre este libro de Don deLillo publicado en 1985, considerado por muchos como un best-seller sin demasiada relevancia y por otros como casi una obra de culto. No obstante, hablamos de una de las novelas claves del postmodernismo americano y sobre la novela que supuso el primer éxito a gran escala del autor estadounidense.Por mi parte, creo que es una novela absolutamente recomendable, de especial relevancia en el estilo del autor y muy representativa siempre que queramos abrir la puerta del umbral de lo desconocido y tratar de atisbar, sin pasar al otro lado, el hecho universal, el último destino que todos los seres vivos compartimos..

lunes, 14 de enero de 2013

Primavera sombría y El hombre jazmín de Unica Zürn

@Offuscatio tuvo la genial idea, hace unos meses, de adentrarse en la obra de Unica Zürn (1916-1970), poeta, pintora y autora alemana perteneciente al surrealismo cuya vida estuvo marcada por una profunda depresión que la llevó al suicidio y que fue la principal fuente inspiradora de su manifestación artística. 
Su vida privada es de especial importancia para comprender su obra. Se casó con Erich Laupenmühlen, un hombre de negocios con el que tuvo dos hijos que fueron confiados a la custodia paterna debido a la fragilidad mental de Unica. Más tarde se casó con Hans Bellmer, después de haber trabajado para diversas publicaciones como escritora y es en este momento en el que entra en contacto con el círculo intelectual surrealista. Varios escritores, entre los que destaca Henri Michaux, se convertirán en amigos y referentes. Unica empezará la creación de sus famosos anagramas y de sus dibujos a tinta china incluso estando recluida en hospitales psiquiátricos, siendo Michaux quien le proporciona los materiales necesarios. Después de una hemiplejia incapacitante que sufre Bellmer, Unica publicará Primavera sombría y El hombre jazmín, las dos novelas de las que nos ocuparemos en esta reseña.

Primavera sombría (1969)

 ... o la muerte de un mundo en flor.

"Ella querría vivir siempre a la espera. Con un beso todo llegaría a su fin. Con un segundo beso todo se convertiría en una costumbre"

Una niña fascinada por su padre al que adora y descuidada por su madre a la que odia se enfrenta a las inseguridades de una adolescencia a punto de manifestarse. La figurita de marfil a ojos de su padre es frágil y vulnerable, insegura y temerosa aunque muy consciente del mundo que la rodea. La fascinación por las características atribuidas al género masculino, encarnadas en todos los hombres blancos- término que tomará su forma final en la novela El hombre jazmín- su padre, un profesor y en última instancia, un monitor de natación, la llevan a abstraerse en pensamientos que ella no llega a comprender pero que no puede evitar y que la van arrastrando hasta un punto culmen donde deberá tomar una decisión para que el objeto de su deseo, nunca materializado, no perezca . La abstracción la obliga a refugiarse en su propia imaginación para soportar su propia existencia, , "la impureza del pensamiento infantil" contrasta con los juegos inocentes propios de su edad y la niña sin nombre sigue caminando por una senda, descubriendo una primavera sombría en la que es capaz de percibir los campos en flor aceptando que "la vida sin la desgracia es insoportable" con una obsesión que nubla su mente: la preservación a toda costa de una pulsión interna que da sentido a su vida pero que no es capaz de abarcar con sus brazos.

El hombre jazmín (1971)


... o el escrutinio de un "yo" bifurcado

Unica Zürn  se bifurca, se debate entre la locura y la cordura y se desmarca de su propio ser para ser vista por ella misma, primeramente desde una distancia, más tarde desde una cercanía sorprendente; un yo que observa a otro yo y que se va conjugando

"Nada puede ocurrirnos porque no podemos ocurrirnos a nosotros mismos"

El hombre jazmín  es "la visión del amor", una bestia blanca, gigantesca de ojos muy azules que se va equiparando con muchos de los hombres trascendentales en la existencia de Zürn. El término que designa una alucinación recurrente de la autora enlaza a la perfección con los hombres objeto de fascinación de Primavera sombría, seres que significarán su salvación, su redención. En esta novela, totalmente autobiográfica conocemos el trascurso de los ingresos de Unica en clínicas psiquiátricas en las que experimentará vivencias que describirá con todo lujo de detalles. Quizás lo más fascinante del libro sea la total lucidez con la que está escrito, en pleno conocimiento de su enfermedad, relatando episodios sobre sus propias crisis y detallando los escenarios en los que ocurren con una perfección absoluta: así, aparecerán los lugares que la autora frecuentaba tanto en su país natal como en París (la calle Mouffetard...) Escrito en un tono místico, con referencias al Tai-Chi y a la´numerología con un sentido casi cabalístico, con un uso predominante de metáforas, Unica nos relata, de manera magistral y más madura estilísitcamente que en Primavera Sombría, el proceso de la espera, la espera de ese ser que la salvará, que le habla y que domina su voluntad. Un testimonio desgarrador sobre la locura, sobre la lucidez y la cordura, sobre una búsqueda infinita, representada por el número ocho y el devaneo entre la vida, representada por el número 9 (con la cabeza hacia arriba) y por la muerte, representada por el número 6 (con la cabeza hacia abajo). Binomios, dos en uno, la que ve y la que es vista, la lúcida y la presa de la locura, indisolubles, indistintos, imposibles de salvar.

Recomendar a una autora como Unica Zürn no es sencillo.Heterogénea en estilo a pesar de su corta trayectoria literaria, críptica y de perturbadora vehemencia nos encontramos ante una lectura compleja que se debe ir desgranando pero que, sin duda, merece el esfuerzo no sólo por el testimonio que ofrece sino por ser de esos libros que indagan en el ser causando que nos veamos a nosotros mismos en los destellos de un espejo del que quizás creemos conocer todos los reflejos.